domingo, 10 de abril de 2005

Hacia una definición de los espacios culturales alternativos

Si consideramos que la cultura alternativa es descentralizada, organizada independientemente, con autonomía estructural y funcional; que es fuertemente colectivista y practica como principio la autogestión; que su carácter colectivo tiene como propósito la libre creatividad; que se encuentra alejada del poder y en ella la toma de decisiones es grupal, su programación va de abajo hacia arriba y que cuestiona modelos y estereotipos culturales y es o debe ser altamente propositiva; surge una pregunta obligada ¿en dónde se da esta cultura alternativa?, ¿cuál es su ámbito?
La respuesta concreta e inmediata es o debería ser en los espacios culturales, también alternativos. Pero ¿cuáles son éstos?
De manera un tanto esquemática podemos decir que existen cuatro tipos de espacios culturales: oficiales, privados de entretenimiento, los subterráneos y los alternativos. Conviene aclarar que aquí el concepto de “espacio” no se refiere a lo físico y delimitado, sino a un ámbito mayor, que rebasa lo limitable y muchas veces es intangible.
Los espacios culturales oficiales son los administrados por las distintas instituciones gubernamentales, como los espacios universitarios, casas de cultura, galerías, museos, etc. Estos espacios siguen una programación vertical y centralizada, de acuerdo con la autoridad en turno y con un programa preestablecido.
Los espacios privados de entretenimiento comprenden la radio, televisión y foros concesionados o alquilados a empresas trasnacionales, nacionales o locales. En ellos rige la lógica de la ganancia económica, lo cual excluye a muchos artistas independientes.
Por su parte, los espacios subterráneos casi no existen en Veracruz, son espacios irregulares como terrenos baldíos, galerones, bodegas abandonadas, callejones, etc.
El espacio alternativo constituye una opción independiente, que es gestionada y dirigida por comunidades, grupos de artistas o promotores que buscan espacios estables y regulares, que en algunas ocasiones juegan el rol de mediadores entre lo subterráneo y la industria cultural o la cultura oficial.
Estos espacios son lugares donde la identidad del espectador y del artista se forma, se enriquece o se renueva. Desgraciadamente, hay un imaginario en algunos sectores sociales que toman a estos espacios como ámbitos de lo degenerado, lo automarginado y antisocial. Esta percepción que aún existe en parte de la sociedad jalapeña es el reflejo del desconocimiento de una de las posibles y múltiples expresiones culturales.
En un principio los espacios alternativos se especializaron en la música, pero con el tiempo han ampliado sus ofertas y han pasado a presentar o exponer pintura, danza, teatro y otro tipo de producciones artísticas, es decir, tanto la forma que adoptan como lo que presentan ha evolucionado y variado.
En un sentido amplio, como ya se mencionó anteriormente, los espacios alternativos no se deben definir por su apariencia, sino por la función e importancia que poseen como ámbitos de generación y difusión de otro tipo de cultura y, por lo tanto, también de otra identidad cultural, distinta a la que podemos encontrar en los espacios oficiales y de entretenimiento. Respecto a sus funciones los espacios culturales alternativos cumplen dos: los usos específicos y las funciones simbólicas.
En cuanto al uso específico ofrece una opción de consumo cultural que no se encuentra fácilmente en los mercados masivos. En este caso, entendemos como uso la construcción de las condiciones necesarias que hacen viable la generación de una oferta cultural con características diferenciadas de las oficiales y conocidas.
La oferta cultural diversa a la que nos referimos no está vinculada a tendencias, mafias o grupos de interés y no es masiva en términos de mercados amplios, sino que facilita o favorece la incorporación de valores estéticos, plásticos, musicales y escénicos con contenidos políticos incluyentes. Lo anterior explica la presentación de actividades artísticas, exposiciones, obras de teatro y eventos relacionados con el EZLN, debates políticos, cuestiones de género, etc.
Los espacios alternativos no son excluyentes en cuanto a nivel económico o apariencia, pues permiten la convivencia entre un público de diversos estratos sociales y culturales y facilita la relación entre el creador y el consumidor.
En cuanto a su función simbólica los espacios alternativos pueden constituir el ámbito de origen de corrientes artísticas que renuevan el mercado masivo y las industrias culturales, pues éstos retoman en sus catálogos la estética y los tópicos de la cultura alternativa.
Dentro de su función simbólica los espacios alternativos también tienen las siguientes: sus propuestas constituyen contrapesos de los grupos culturales oficiales; enriquecen las identidades culturales en oposición a la homogeneización cultural producto del mercado; propician nuevos circuitos artísticos, favoreciendo la presencia de grupos heterogéneos que producen arte, la ofertan y la difunden; etc.
En el escenario de sus funciones, los espacios alternativos poseen tres características: una acción o dinámica fuerte, libre y plural. En estos espacios la programación es muy acelerada: exposiciones, actuaciones, debates, conciertos, etc. Todos los artistas que se integran a estos espacios gozan de libertad para sus creaciones. También existe una pluralidad de corrientes artísticas, posiciones ideológicas, visión de la cultura, etc.
Por otra parte, no podemos dejar de mencionar que la existencia de los espacios alternativos no es fácil, pues la carencia de un marco legal adecuado propicia que las autoridades, presionadas y alentadas por los vecinos y otros factores, dificulten su funcionamiento. Lo anterior explica su escasez, que también resulta otra característica de ellos.
Esta realidad nos llevaría a reflexionar sobre la relación artista-Estado y cultura-Estado. Es claro que este último no favorece la cultura alternativa, sino por el contrario la reprime. Es conveniente recordar que el Estado tiene la obligación, aparte de construir su oferta cultural, de respetar y crear los marcos legales necesarios para la existencia y el desarrollo de expresiones culturales diversas, distintas, alternativas. Como ya lo hemos expresado en otras ocasiones un nuevo debate sobre la cultura se debe iniciar conceptualizándola como un derecho social: el derecho a la cultura.
La ciudad de Xalapa por ser la capital de la entidad veracruzana constituye el centro cultural del estado. Por ello, aquí se concentra la mayor oferta de espacios culturales, pero paradójicamente gran parte de los jalapeños, sobre todo los de los sectores populares, no cuentan con posibilidades ni con lugares suficientes para desarrollar, exponer o gozar alguna producción cultural.
En una ciudad como Xalapa y en una entidad como Veracruz, donde las opciones culturales se reducen a la oferta estatal o a las escasas que proporcionan los consorcios privados, la creación de espacios alternativos en los cuales pueden exponer los jóvenes artistas independientes, se presenta como una necesidad impostergable.
Los espacios culturales alternativos son indicadores de la libertad de creación artística, del respeto a la diversidad cultural y del desarrollo social y democrático.

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